Para el inocente, la felicidad es una búsqueda difusa, frustrante e inconclusa, en parte porque no sabe dónde buscarla y en otra, porque ha confundido felicidad con placer... o con esperanza.
A lo que más pueden muchos aspirar, es a la  búsqueda en sí. Como arena entre las manos, o como el recuerdo de un sueño, ésta resulta imposible de prolongar más allá de deleite efímero luego de obtener un mejor sueldo, un carro o una casa. En lo que parecen segundos, cualquier fortuna pasa a ser un derecho, legítimo y obligado.
Pareciera  parte de nuestra naturaleza el vivir obnubilados con promesas de un mejor futuro.
 

 
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